Un año de teletrabajo: ¿qué hemos aprendido de llevar la oficina a casa?

Un año de teletrabajo: ¿qué hemos aprendido de llevar la oficina a casa?

El trabajo en remoto ha dejado de ser una simple opción. Para muchas empresas se ha convertido en una necesidad en el último año. Y muchos trabajadores lo ven como una nueva forma de vida que ya no quieren dejar escapar.

A finales de 2019, algo menos de 950 000 trabajadores por cuenta ajena hacían sus tareas desde casa con regularidad. Según los datos de la última encuesta de población activa del Instituto Nacional de Estadística (INE), esta cifra se había duplicado a finales de 2020. Durante lo más duro del confinamiento, en el segundo trimestre del año pasado, se superaron los tres millones de empleados trabajando a distancia.

Ha pasado ya casi un año desde que el teletrabajo se convirtió en un elemento inseparable de la realidad laboral. Las empresas han constatado sus beneficios (reduce el absentismo, mejora la conciliación, refuerza el compromiso de los empleados y reduce la huella ambiental). Y han tomado nota de sus riesgos (dificultades de comunicación, mayor inseguridad cibernética y aumento del sedentarismo, el aislamiento y el estrés). Pero, exactamente, ¿qué hemos aprendido de llevarnos la oficina a casa?

La oficina en casa tras un año de teletrabajo

De la noche a la mañana, muchos empleados se vieron asistiendo a reuniones por Zoom con el pantalón de pijama todavía puesto o redactando informes desde la silla de la cocina mientras acababan de preparar las lentejas para el mediodía. El teletrabajo repentino ha traído ventajas, pero también más distracciones y un empeoramiento de la calidad del ambiente laboral.

A continuación repasamos en detalle todo lo que hemos aprendido en el último año:

La pata tecnológica es fundamental para mantener los equipos cohesionados mientras trabajan a distancia. Trabajar con escritorios en remoto, que permitan conectar a un mismo entorno cualquier dispositivo, sea o no de la empresa, y contar con capacidades de almacenamiento y computación en la nube proporciona flexibilidad y escalabilidad. Al mismo tiempo, genera un entorno compartido por todos y seguro en el que la experiencia de usuario es una prioridad.

La imagen del teletrabajador en pijama tirado en el sofá con el portátil en el regazo ha pasado a mejor vida durante el último año. Durante los primeros meses del confinamiento, la demanda de sillas y escritorios se disparó: trabajar en una mesa plegable o en una butaca había dejado de ser una opción. La elección de un escritorio es personal, pero su ubicación dependerá en gran medida de si tenemos una habitación específica para el teletrabajo o no.

En caso negativo, que suele ser el más habitual si el trabajo en remoto no entraba en nuestros planes, es recomendable escoger una mesa que se adapte al entorno, en forma y en color. Es importante que el escritorio no reclame toda la atención del espacio, para así poder olvidarse del trabajo una vez concluida la jornada laboral. La elección de la silla es incluso más importante. Una ergonómica, diseñada para mejorar la postura y reforzar el descanso de la columna, evitará dolores de espalda y reducirá el cansancio mientras trabajamos.

Para trabajar, no hay nada como la iluminación natural. Situar el escritorio en un punto de la habitación en el que se aproveche la luz del día es clave para la concentración. Si además podemos conseguir que entre de forma lateral (ni por detrás de la pantalla ni por delante), mejoraremos el descanso y forzaremos menos la vista. Sin embargo, no todos los hogares tienen estas posibilidades.

Si tenemos que recurrir a la iluminación artificial, existen varios estudios que conectan la temperatura de la luz con la concentración y la eficiencia. Según uno de los últimos publicados, elaborado por el Korea Advanced Institute of Science and Technology, las luces blancas, con mayor temperatura de color (alrededor de 5000 Kelvin) son las más propicias para el trabajo, ya que son similares a la luz solar. Las luces amarillas, más cálidas y con menor temperatura de color, son más adecuadas para la relajación.

La tecnología hace que cada vez sea menos común encontrarse mesas de trabajo sepultadas bajo torres de papeles. Sin embargo, tanto en el entorno virtual como en el físico, el orden y la organización siguen siendo un pilar fundamental de la productividad; y, también, una de las claves del bienestar emocional del trabajador.

Según un informe publicado por ‘Harvard Business Review’, todos los cerebros prefieren el orden, en mayor o menor medida. Un espacio de trabajo caótico absorbe parte de nuestras energías e invita a la desconcentración, aunque sea de forma imperceptible. Lo mismo sucede con el entorno en casa, más allá del escritorio. La acumulación de objetos y la desorganización del espacioinvitan a la procrastinación, de acuerdo con el mismo informe.

Otros estudios, como el de Amos Beech, una consultora y empresa de diseño de interiores laborales, señalan que, además de orden, es importante contar con algún tipo de decoración vegetal en el entorno. Las plantas impulsan la motivación y la productividad, además de mejorar el bienestar mental y físico de las personas.

De cara al futuro, parece probable que el teletrabajo pase de ser la excepción (como era antes de la pandemia) a convertirse en la norma. Todavía es pronto para aventurarse, pero un informe reciente de Adecco señala que ocho de cada 10 empresas favorecerán el teletrabajo tras la crisis de la COVID-19. Que el futuro nos pille con buena luz, mesas y sillas cómodas, un espacio verde y organizado y las herramientas tecnológicas adecuadas para seguir trabajando.

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